Autor: Octavio Fujarte
Constantemente cuestiono como niño, hago arquitectura y construcción, en ocasiones exploro atmósferas, y de vez en cuando uso mi tiempo para el dibujo.
Hace unos días, en un encuentro casual con el arquitecto Lucio Muniain, surgió una conversación que trascendió mi comprensión de la arquitectura. Al abrirnos su casa y recibirnos como amigos de antaño. Álvaro, un amigo presente quien se había percatado de la atmósfera de la habitación, cuestionó:
“¿Cuánta luz debe haber en un espacio? es decir ¿cuánta luz es necesaria en un espacio?”
Lucio, con la experiencia de un arquitecto sabio, respondió con una pausa meditativa:
“Lo suficiente hasta que se entienda”.
Sin duda no hubo que explicar más a detalle, puesto que estábamos viviendo eso en carne propia, siendo testigos de la maravilla de dicha afirmación.
Nos encontrábamos en una sala de lectura que parecía detenida en el tiempo, sus altas estanterías de madera repletas de conocimiento hablaban silenciosamente de la extraordinaria historia que el lugar había atestiguado. Sin embargo, lo que verdaderamente otorgaba a este espacio su esencia única era la manera en que la luz y la penumbra colaboraban. La luz, filtrándose a través de las plantas y proyectando sombras suaves, confería vida y matices a las esculturas que adornaban el lugar y a los propios visitantes.
Fue en esta penumbra iluminada donde los invitados vivieron una sensación de reverencia y conexión con el pasado. En aquel instante, la luz y la penumbra trascendieron su función puramente práctica para convertirse en una fuente de significado y emoción, demostrando una vez más que la arquitectura va más allá de la construcción física; es la encarnación de la poesía de la luz y la sombra, una danza que moldea la percepción y el alma de quienes tienen el privilegio de experimentarla.
La Luz
La luz, en el contexto de la arquitectura, adquieren una dimensión de experiencia multisensorial que va más allá de su mero propósito de iluminación. Estas cualidades lumínicas se convierten en el pincel y el lienzo con los cuales los arquitectos esculpen no solo los espacios, sino también las percepciones y emociones de quienes los habitan. Al igual que el agua fluye de manera medida para nutrir y sostener la vida, la luz se despliega de forma calculada para revelar la esencia de la arquitectura y el ser humano.
La luz natural, en particular, eleva cada rincón y realza la materialidad de los objetos con el juego de sombras y reflejos. Mostrando cómo la luz natural penetra y da vida a los espacios interiores, creando una conexión emocional con el entorno y una profunda reflexión sobre la relación entre la luz y la experiencia humana. En este sentido, la luz y la penumbra en la arquitectura se convierten en vehículos de la sensibilidad humana. No se trata simplemente de iluminar un espacio, sino de tejer una narrativa visual y sensorial que toque el corazón y el alma de quienes lo experimentan. La luz y la penumbra se convierten así en un lenguaje arquitectónico enriquecido por las emociones y las percepciones, una expresión auténtica de la sensibilidad humana ante el entorno construido.
La Penumbra
La penumbra, a menudo pasada por alto, es un aspecto fundamental de la arquitectura que merece atención. La penumbra representa la transición entre la luz y la oscuridad, un espacio donde comienzan nuestros sentidos y se agudizan nuestras percepciones, además de ser más sensibles. La penumbra es donde se produce la magia de la contemplación y la reflexión.
Gaston Bachelard, en su exploración poética de la psicología del espacio, sugiere la conexión entre la penumbra, el silencio y la percepción humana. El silencio, en su misteriosa quietud, también nos sumerge en un estado de reflexión introspectiva, un lugar donde nuestras mentes se sienten libres para vagar por los espacios infinitos de la imaginación. De manera similar, la penumbra, como socia del silencio, nos envuelve en una atmósfera de misterio y contemplación.
“Nada sugiere, como el silencio, el sentimiento de los espacios ilimitados.”
La penumbra se convierte en la tinta sobre la cual la luz y la sombra juegan su danza. En este ambiente, los sentidos se agudizan, y nuestra percepción se intensifica. La penumbra nos permite sentir la textura de las superficies, escuchar los sonidos más tenues y apreciar la materialidad de los objetos de manera más íntima. Es en este umbral de lo visible y lo invisible donde la arquitectura se convierte en un medio para la poesía espacial, donde los espacios ilimitados de la mente se encuentran con la materialidad del entorno construido.
En el diseño arquitectónico, la comprensión de cómo la penumbra y el silencio influyen en la experiencia humana es esencial. Aunque la luz tiende mucho a la reflexión y la meditación, considero que la penumbra se convierte en un puente entre el mundo físico y el mundo de las ideas, donde la penumbra y el silencio se entrelazan para despertar la sensibilidad y nutrir el alma a través de la experiencia de los espacios ilimitados de la mente.
La Luz y la Penumbra
Bachelard destaca cómo el espacio no es simplemente un contenedor físico, sino un escenario para la imaginación y la introspección. En su libro "La Poética del Espacio", explora cómo los lugares nos afectan emocional y psicológicamente, y cómo la luz y la penumbra pueden influir en nuestra percepción de estos espacios. En este sentido, la luz natural se convierte en una fuerza que moldea la experiencia arquitectónica, afectando nuestra relación con el entorno.
Por otra parte, la luz y la penumbra emergen como herramientas esenciales para expresar la sensibilidad humana a través de la arquitectura. Un ejemplo notorio es la Capilla de la Luz de Tadao Ando, donde las sombras se combinan con la luz que penetra a través de las ranuras en las paredes para crear una experiencia espiritual que fomenta la contemplación profunda.
Considero que el silencio y la penumbra son adecuados para invitar la reflexión y la imaginación. La penumbra como ese silencio infinito y la luz como la esencia misma de la contemplación, logrando que los espacios tengan una dimensión psicológica que va más allá del mundo físico y el de las ideas.
Sin duda, la luz y la penumbra ofrecen una paleta infinita de posibilidades para dar forma a la experiencia en la arquitectura. En lugar de insistir en la rigidez de una cantidad exacta de luz, deberíamos preguntarnos cómo podemos utilizar esta luminosidad como un pincel en manos de un artista, para pintar y esculpir los espacios de manera que influyan de manera profunda en nuestras emociones, percepciones y sentidos en proyectos arquitectónicos únicos.
La luz y la penumbra, en consecuencia, se extienden como elementos que guían la experiencia de un espacio y se convierten en expresiones tangibles de la sensibilidad humana, dando vida a la poesía espacial y transformando la arquitectura en un medio que comunica directamente con nuestras almas y emociones. Úsalas para generar atmósferas de calidad, tal vez alguien en esa atmósfera también pueda preguntarse...