AUTOR: Valentina Martin Millán
Apasionada por la arquitectura, la ilustración y la naturaleza. Buscando construir un mundo más sensible para todos los seres vivos.
¿Alguna vez te has encontrado caminando en medio de senderos repletos de naturaleza y te has puesto a pensar en lo fascinante que es ver cómo las plantas naturalmente combinan unas con otras y como la naturaleza es tan perfecta en todas sus expresiones?
Así mismo pensaba el paisajista y pintor Burle Marx cuando dijo:
“Dios, para mí, es la naturaleza”.
Personas como Burle Marx pudieron entender la dinámica de esta para darle un toque original a sus diseños, sin intervenir de manera abrupta en su desarrollo innato.
El arquitecto paisajista y pintor fue una de las personas más influyentes del siglo 20 en América Latina. Sin embargo, no fue hasta que salió de su país, Brasil, que se enamoró de la naturaleza e incursionó en el diseño del paisaje.
Burle Marx, es proveniente de una familia brasileña-alemana, viajó en su juventud a Alemania a visitar a su familia paterna. Es en este viaje que el paisajista encontró el jardín botánico de Dahlem y pudo apreciar la naturaleza autóctona de Brasil en su mayor esplendor: la floración. Dibujó bromelias, filodendros, nenúfares, entre muchas otras. Pasó todo su tiempo libre en el jardín botánico, mientras continuaba con sus clases de pintura.
Luego, en 1929, regresó a Brasil, lleno de inspiración y fascinado con el movimiento que predominaba en Alemania durante esa época, el cubismo alemán. En este momento, Burle Marx decide continuar sus estudios de Bellas Artes en Brasil, sin embargo, nunca los finaliza.
Junto con su familia, vivía en São Paulo al lado de un vecino reconocido, el arquitecto urbanista Lúcio Costa. Quién, a tan corta edad, ya era director de arte, y después de ver el talento que tenía Burle, decide encomendar su primer trabajo, el cual consistía en diseñar el jardín de la azotea de la casa de Alfredo Schwartz en Río de Janeiro. Su diseño fue tan vanguardista y moderno, que tuvo un gran éxito, convirtiendo a Burle en un personaje legendario.
Burle fue el primero en diseñar paisajes con plantas autóctonas de Brasil, lo cual para estos tiempos era un sacrilegio. En esta época, los jardines de Francia eran a lo que todos querían aspirar. Sin embargo, Burle decidió darle un giro a este concepto, exaltando la maravilla natural de Brasil en todos sus diseños.
Gracias a este nuevo concepto, Burle fue nombrado director de la administración de parques y jardines de Recife en 1934. Ya después, diseñó varios parques y espacios públicos y privados. Entre sus obras más destacadas podemos encontrar el Malecón de copacabana, el Sitio Santo Antônio da Binca, Jardines de la Ciudad Universitaria de la Universidad de Brasil, Jardín del Aeropuerto de Pampulha, Paisajismo del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, Paisajismo del Parque de Ipanema, Paisajismo para el Eje Monumental de Brasilia, Paisajismo de la Embajada de Brasil en Washington, entre otros.
Ademas, Burle tenía un artista innato en su interior, ya que le encantaba realizar pinturas con un estilo moderno. En realidad, las plantas de sus diseños paisajísticos podían aparentar fácilmente ser cuadros.
Una de sus obras más destacadas fue su propio hogar, donde vivió más de 20 años. Era una finca conocida como el Sítio Santo Antônio da Binca, la cual se convirtió en su hogar y hogar de muchas especies de plantas exóticas de Brasil y Latinoamérica, algunas en peligro de extinción. Aquí fue el recinto donde Burle Marx pudo ser en su mayor expresión, no solo como paisajista, sino también como artista. Le encantaba pintar los manteles, crear combinaciones florales en las mesas, tallar, coleccionar arte, entre muchas otras cosas más. Burle contaba con muchos pasatiempos, los cuales logró dedicar buena parte de su vida.
Actualmente, este lugar le pertenece al Estado brasileño, ya que 10 años antes de morir, en 1984, Bourle decidió darlo para su posterior conservación.
Burle murió en 1994, con 84 años. Su último proyecto fue la Rosa-Luxemburg-Platz en Berlín, la cual no pudo completar, siendo a su vez la ciudad donde se había enamorado por primera vez de la naturaleza.
Más de 20 años han transcurrido, y podemos decir firmemente que Burle Marx no ha sido olvidado. Su pasión por la naturaleza, el arte, su herencia judío-alemana y su amor por Brasil, lo vemos intrínseco en todas sus obras. Además, nos dejó una de las mejores vistas aéreas del mundo, el diseño del paseo marítimo de Copacabana en Río de Janeiro. Donde demostró todas sus cualidades al diseñar una analogía al mar, con su visión modernista. Las olas en blanco y negro, que se asemejan al mar de la famosa Río, utilizando baldosas de piedra caliza en blanco y negro. ¡Un espectáculo!